La verdad sobre Nisman y la AMIA

ANTES DE QUE EMPIECES A LEER ESTO, UNAS RECOMENDACIONES:

1) Despojate de todo prejuicio. Empezá a leer sin tener una posición tomada, permitite pensar desde otro punto de vista.

2) Si no tenés ganas de leer o de pensar, o de que no te digan lo que tenés ganas de escuchar, ni leas esto y seguí distrayéndote con boludeces.

3) Olvidate de lo que hayas visto en la TV. Difícilmente encuentres esta información en cualquier medio tradicional. Los medios están ahí para mentirte, no para decirte la verdad.

4) Yo no defiendo a ningún partido político en particular. Mi único compromiso es con la verdad. Esta nota surge de mi pura indignación. Los poderosos no la pueden tener tan fácil, tenemos que despertar cuanto antes.

5) La información va a ser simple y concreta. No busco aburrir con detalles, pero tampoco simplificar el asunto.


La historia va más o menos así:

Allá por los años 90, el entonces presidente argentino Carlos Saúl Menem, como es bien sabido, utilizó su cargo político como un simple medio de obtención de riqueza y poder. Uno de sus muchos negocios turbios fue el lavado de dinero del narcotráfico, para lo cual contó con el apoyo del entonces presidente del Banco Mayo, el señor Rubén Beraja.

Cierto día, a Carlos y a Rubén se les ocurrió quedarse con «un vuelto» de unos 800 millones de dólares, provenientes del cartel del mismísimo Pablo Escobar. Los narcos colombianos le hicieron llegar esa suma para ser lavada, y llegado el momento, los funcionarios argentinos se negaron a realizar su devolución.

El 17 de marzo de 1992 se produce el atentado a la embajada de Israel en Argentina. Suceso confuso e inesperado, nadie lo veía venir. La causa disparó hipótesis diversas para todos lados, que se diluyeron, se enredaron y quedaron en la nada hasta el día de hoy.

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A todo esto, el 2 de Diciembre de 1993, según se dice, Pablo Escobar muere. Circulan versiones de que aquello fue simplemente una puesta en escena, que el muerto fue un doble y que el verdadero Pablo se limitó a desaparecer de la escena pública. Esto, sea verdadero o no, no impidió que suceda lo siguiente.

Sin entrar en detalles de los que ya estamos aburridos, el 18 de julio de 1994 se produce el famoso atentado a la AMIA. Que si hubo coche bomba, que si no lo hubo, que si entraron los explosivos entre materiales de construcción, que si estuvo metida la policía bonaerense, que si fueron iraníes, sirios… En fin, se manejaron muchas versiones diversas, una más turbia que la otra.

Lo que realmente sucedió: El cartel de Pablo Escobar cobró venganza. El presidente del Banco Mayo, Rubén Beraja, casualmente también presidía la DAIA por entonces (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, un organismo dedicado básicamente a tildar de antisemita a todo aquel que ose cuestionar el accionar del poder israelí y sionista). El atentado significó un acto político de suma relevancia que ponía en jaque al gobierno y a todo el sistema del momento: Si se llevaba a cabo una investigación sería, saltaba toda la podredumbre que existía detrás. Para el gobierno menemista, encontrar a los culpables suponía inculparse en otro delito de gran envergadura.

¿Qué sucedió entonces? La historia conocida: Al igual que en el 92, empezaron a desviarse las hipótesis, aparecieron falsos testigos, falsos coches bombas, encubrimientos y demás que empañaron tanto la causa que la hicieron irresoluble. Hoy por hoy se dilató tanto todo que resulta utópico pensar que las cosas se van a resolver en la dirección adecuada. Pero nosotros podemos saber la verdad…

Esto no terminó acá. Ya habiendo cobrado venganza contra Beraja (o al menos supusieron eso, porque al buen Rubén no se le movió un pelo), ahora faltaba el otro, el Carlo. Y muchos recordarán que sucedió el 15 de marzo de 1995 (Ver a partir de 3:27)

Claro. El helicóptero donde viajaba el hijo del presidente fue derribado por un misil. Zulema Yoma (Madre del joven fallecido y esposa del mandatario) afirma a todas luces que se trató de una atentado y exige una investigación. Pero el Carlos, ni lerdo ni perezoso, niega todo. Fue un accidente, que no se hable más. Ejemplo de padre, ¿No?

Y podemos ver que esto no es ninguna loca conspiración: El 08 de julio de 2014 el ex presidente Carlos Menem realizó una presentación por escrito en la que manifestó «Luego de indagar y estudiar los hechos y circunstancias que rodean la causa –aunque inicialmente no fue así- llegue a la conclusión de que la caída del helicóptero y la consecuente muerte de mi hijo, fue el resultado de un atentado».

Ahora sí. Esos 800 millones de dólares robados significaron la muerte de 115 personas en total, y quien sabe de cuantas más que ni siquiera nos hemos enterado.


PERO… ¿POR QUÉ IRÁN?

Sencillo: Pura conveniencia. A pesar de toda su propaganda de negacionismo anti-judío, Israel apoyó a Irán contra Irak durante casi una década, con toda clase de armamento, y el mismísimo Reagan lo hizo a través del acuerdo secreto Irán-contras. Compañías de aviación vinculadas con las fuerzas armadas de Argentina (Transportes Rioplatense), trasladaron armas a las guardias revolucionarias de Irán. La conexión militar entre varios de estos protagonistas viene de mucho más lejos, cuando los grupos de tareas de la dictadura y militares israelíes participaron en las acciones de contrainsurgencia en América Central, bajo el patrocinio norteamericano. Esto los vinculó, asimismo, con el narcotráfico colombiano, en especial el cartel de Medellín de Pablo Escobar. La familia de este acabó recalando en Argentina con pasaporte colombiano, o sea con el visto bueno de Estados Unidos. Paramilitares de Israel entrenaron a las bandas narcotraficantes, y algunos de ellos fueron llevados a los tribunales por estas actividades. Los grupos de tareas nacionales que se afanaron en estas labores se convirtieron en la mano de obra desocupada, que formaría la ‘conexión local’, en los subsiguientes años de la democracia. 

Lisa y llanamente, la DAIA no podía permitir que se supiera la verdad, pues quedaría al descubierto no sólo el lavado de dinero, sino una trama mucho más espesa de la que nos imaginamos. Tráfico de drogas, armas, pactos, etc.

Entonces la DAIA, el gobierno de Menem, EEUU e Israel, con mucho oportunismo, utilizaron el atentado en su favor, en un principio culpando a Siria y posteriormente desviando el foco hacia Irán.

¿La razón? Nunca está de más el petróleo, ni la búsqueda de exterminio racial subyacente a todo esto, pero también se habla de razones geopolíticas: EEUU e Israel (o más concretamente «Los sionistas» ) están buscando obtener dominio del territorio iraní con vistas a posicionarse estratégicamente frente a China, que se está erigiendo como la gran amenaza inmediata a sus intereses.

No sería loco pensar que, como si se tratara del TEG, los sionistas buscan apoderarse de cuanto espacio puedan en el territorio asiático, obteniendo «silenciosamente» una buena posición de cara a un futuro enfrentamiento (¿Tercera Guerra Mundial?) con China, Rusia o directamente con todo el bloque denominado BRICS. De más está decir que nada de esto sería posible sin la gran ayuda de su inmenso aparato mediático, que podría definirse simplemente como «Todos los medios que conocemos, exceptuando algunos espacios de internet».


¿Y NISMAN?

Bueno, casi se cae de maduro. Wikileaks develó hace un tiempo la conexión del fiscal con la embajada de EEUU. Nisman fue un simple peón, un empleado del sionismo en Argentina. Su tarea fue continuar desviando la causa en dirección a Irán, como ya sabemos, sin ninguna prueba en concreto.

Su denuncia consistió en un manojo de hipótesis, indicios y suposiciones, pero ni una sola prueba en absoluto. De hecho, se denunció que el gobierno buscaba levantar las alertas rojas contra Irán, cosa que no sucedió y para lo cual no se encontró una sola prueba que lo confirme, sino más bien lo contrario.

Nisman supo desde un primer momento con quién se había metido, pero no previno el desenlace. Le dijeron que haga caso (quizá bajo amenaza, quizá en vistas de una futura recompensa, no sabemos) y que llegado el momento él iba a recibir en sus manos una denuncia de 300 páginas con todo lo necesario para llevar adelante su plan. Todo lo que tenía que hacer él era mostrarse convencido, enérgico, invencible. Ante las cámaras y detrás de ellas. No podía haber una sola duda, tenía que hacerle creer a todo el mundo que su denuncia se comía el mundo, que sus pruebas eran irrefutables, oro puro. Y obviamente, no olvidarse de repetir que él podía salir muerto, como para facilitarte el trabajo.

Nisman cumplió, pero los días pasaban. Y las pruebas no llegaban. Y venía la audiencia del Lunes, para la cual no tenía nada de nada. Entonces llegó la siguiente fase del plan: Su muerte. Lagomarsino,  en connivencia con Stiusso (Principal «peón argentino» de este macabro juego) le hizo llegar el arma, o apretó él mismo el gatillo, quizá amenazándolo con dañar a su familia, quizá no… ¿Fue lo de Nisman un atentado suicida? Son detalles.

Pero lo importante fue que ahora, con Nisman muerto, todo se enturbiaba más. El mismo tipo que iba a denunciar al gobierno aparece muerto ¡Que locura! Y seguro que vos, desde tu casa, con tus grandes poderes detectivescos, pensaste sin dudar un segundo: ¡Fue la yegua!

No, no fue la yegua. Una vez más, la causa AMIA fue utilizada en función de los intereses sionistas. La idea fue tirar al kirchnerismo de una vez, cargarle un muerto encima para que no se le ocurra volver. Y poner arriba a un presidente que acate dócilmente las órdenes sionistas cuando sea necesario.

Ningún medio te va a decir esto. Tanto opositor como oficialista, a ninguno le importa decirte la verdad. Solamente quieren llevar agua para su molino, ganarle al de enfrente, pero nunca mirar para arriba. Todos están cómodos con este sistema. Es que si lo pensás, no da ponerse muy en contra del sionismo porque sos PAÍS MUERTO.

 

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